martes, 21 de mayo de 2013

Turno de oficinas: Turnismo, encasillado, clientelismo.

En España hoy se habla de regeneración política, tal y como se hizo también a mediados del régimen de la restauración monárquica. El régimen de la restauración duró de 1875 a 1923, casi 50 años, fue el régimen más largo en el tiempo de la historia de la España constitucional. El sistema establecido por el conservador Cánovas establece que el rey sea un árbitro de todo el proceso electoral, el administra el poder entre los partidos y propone al partido de turno que gobernará. En esa época nunca perdía las elecciones el partido que las convocaba, por eso se decía que 'son los gobiernos los que hacen las elecciones y no las elecciones las que hacen a los gobiernos'. Aunque hoy no sucede exactamente lo mismo son los gobiernos los que configuraron la ley electoral, que da lugar a los encuestazos, el provincialismo y el bipatidismo. Circunstancias que nos hacen ver el sistema turnista del siglo XIX como una alevoría de lo que sucede en el siglo XXI, donde tenemos la sensación de que todo ha cambiado para que algo permaneciera como estaba antes.

En el turnismo el ministro de gobernación prepara las elecciones a través de la red de gobernadores civiles del Estado, de esta manera la oligarquía se apoyaba en las redes caciquiles que orientaban el voto de los campesinos de las zonas rurales hacia un partido u otro. Se llamaba en esa época "encasillado" cuando el cazique proponía que se votara a un candidato foráneo. En las elecciones democráticas actuales son los miembros de las cúpulas y camarillas de los partidos los que deciden qué candidatos son los que van a presentarse por una lista del partido político. En la época de la restauración el régiman manipulaba por muchos medios las elecciones, y se generalizó el término de pucherazo como sinónimo de fraude electoral, el pucherazo consistía en sabotear la urna electoral para que saliera el candidato que se prentendía. Sin embargo a conservadores y liberales no les hubiera hecho falta realizar esas manipulaciones del proceso electoral, ya que la diferencia entre los otros partidos, los republicanos y el PSOE, era un abismo. Estas prácticas fraudulentas se entendían dentro del sistema y adecuadas a su buen funcionamiento. Hoy en día las elecciones se coordinan por medio de encuestas y sondeos, celebrándose cada 4 años o anticipándose cuando un gobierno está ya muy deteriorado políticamente. Si bien no se dan situaciones tan flagrantemente ilegítimas como en la restauración, se intenta, por otros mecanismos, manipular el resultado de las elecciones y la conformación de la opinión pública.

Los encuestazos hoy en día se dan porque las encuestas condicinanan el inconsciente, llevando a tendencias de voto marcadas por la circunscripción provincial, lo cual da lugar al provincialismo, que arraiga en las viejas raíces caciquiles de los ámbitos provinciales y municipales. Hoy en día tenemos fácil el acceso a la información, pero no significa que estemos mejor informados con las encuestas y sondeos. Los medios de comunicación nos muestran un enfoque único sobre los resultados electorales, no nos detallan aspectos más importantes para, de forma subliminal, orientar a la opinión pública hacia los partidos políticos del régimen, los cuales defenderán siempre los intereses de las grandes corporaciones. En algunos casos estas macroempresas han generado una actividad económica más grande que los propios estados. Este sistema electoral actual da lugar a situaciones confusas. El sistema puede hacer que uno obtenga más representación con menos votos, lo que beneficia a los partidos nacionalistas que concentran el voto en pocas provincias; y menos representación con más votos, lo cual perjudica a los partidos minoritarios estatalistas que dispersan su voto en muchas provincias. El sistema electoral plasma una imagen que captan los medios de comunicación, sublimándose éstos en las vísceras políticas. La estrategia de los 'mas media' consiste en captar una diversidad ostensible que oculte una uniformidad real.

Hoy en día cada vez hay más gente que se considera apolítica, que se desilusiona por el mensaje que le transmiten los políticos y dejan de participar en el proceso electoral. Ante esta situación los partidos se dedican a trivializar esos aspectos, poniéndolos es una esfera secundaria y apartada del debate público. La abstención en las elecciones españolas suele ser de 1/3 del electorado. Pero icluso se manipulan los sondeos, pues en las elecciones al parlamento autonómico de Galicia en 2012 la abstención oficial que publicaron los medios de comunicación fue de un 35%, cuando aún no se habían contabilizado los votos del censo del CEDA. Contabilizados los votos del CEDA, que contenía los votos de los no residentes, la abstención acabó siendo de un 45%. En el momento en el que se lanzaron los resultados provisionales del escrutinio los tertulianos y analistas políticos de la radio y la televisión hicieron un exaustivo análisis de los resultados electorales destacando etiquetas como que la abstención no había subido. Los sondeos a pie de escrutinio es otra de estas estrategias maquiavélicas que se hacen para hacer subconsciente el inmenso resultado de las elecciones, con una imagen difuminada en un óleo de matices imprecisos al ojo de la sociedad colectiva anónima, que supone el electorado. El poder del olvido de las masas es enorme.



Cuando murió el dictador Franco se empezó a configurar un nuevo régimen en el que las oligarquías supieron interpretar muy bien las nuevas reglas que se plantearon durante la transición. Este régimen se caracterizó por la consolidación de dos grandes partidos en el poder, el partido socialista, representado por Felipe González, y el partido popular, cuyo lider era José María Aznar. El sistema tecnócrata desde el cual las oligarquías estabilizan y consolidan su poder se basa en el turnismo, el encasillado y el clientelismo. Lo mismo que se daba hace 100 años lo tenemos hoy en día, pero barnizado con una ligera capa de democracia para hacerlo más atractivo al electorado. Ahora tenemos un sistema proporcional, aplicado en la circunscripción provincial, que da lugar al bipartidismo, y unas listas cerradas y bloqueadas que evocan los encasillados y fomentan el clientelismo.

Como sucedía hace 100 años hoy en día aún pervive en el ámbito provincial una escuela caciquil, que antes se amparaba institucionalmente en los gobernadores civiles y ahora se escudan en las diputaciones provinciales. El cacique más conocido de España es Carlos Fabra, aunque ya no tiene el cargo político, su familia era heredera de las gobernaciones civiles del siglo XIX, las cuales se caracterizaban, y aún se caracterizan ahora, por realizar prácticas clientelares en provincias rurales o de poca población. En el siglo XXI, estas prácticas caciquiles aún existen cuando no se han sintetizado con los poderes económicos. Los caciques compran votos haciendo favores a la población rural. El lema de los caciques era 'los favores para los amigos, la ley para los enemigos'. Además un volumen importante de puestos de trabajo dependen del gobierno que ejerce el poder en ese momento, me refiero aquí a los oficios de confianza, como asesores, funcionarios interinos, consejos de administración de empreses y fundaciones publicas, think tanks, delegaciones de gobierno...etc. Hace 100 años, antes de la implantación del sistema burocrático webberiano, basado en los principios de igualdad, mérito y capacidad, los trabajos de funcionario público se consideraban como un patrimonio de los partidos de gobierno. Cada vez que cambiaba un gobierno cambiaban los funcionarios, los que se quedaban fuera pasaban oficialmente a la cesantía, percibiendo un pequeño subsidio hasta que cambiara el color del gobierno y poder ejercer su trabajo en el despacho oficial. La naturaleza de lo que antes se consideraba un soborno ahora se mimetiza en el sistema jurídico para intentar transformarlo en un 'quid pro quo', en una cosa por otra, un pacto legal e indirecto. Una especie de corrupción legal es lo que se puede observar ahora. Como ocurría antes, esta comparación intertemporal muestra como el núcleo de las cosas está corrompido. En los últimos casos de corrupción que han salido a la luz en España y que implican a muchos personajes públicos como los de Gürtel y el caso Campeón, muestran la manera usual de proceder de la cláse política, a través de dávidas y prevendas. Todo conduce a que las oligarquías pretendan establecer por medio de encajes en la idiosincracia caciquil un duopolio que esconda lo heterogéneo en su esponjosa uniformidad.

Es extraño como hoy en día la realidad política española nos muestra extrañas semejanzas con el régimen de la restauración monárquica. La restauración monárquica, que empezó en 1876, supuso la implantación del sistema electoral canovista, el cual se basaba en la alternancia de dos grandes partidos en el poder. Hoy en día, 100 años después, con la Constitución española de 1978, que acabo instaurando un régimen bipartidista atenuado, las sensaciones de nostalgia hacia épocas pretéritas florece en las comparaciones. En aquella época era una alternancia entre un partido liberal, liderado por Cánovas y otro conservador, liderado por Sagasta. Tanto en el régimen de monarquía parlamentaria actual como en el de la restauración había elecciones públicas para elegir a los miembros del parlamento. Cuando el gobierno de una de las dos fracciones políticas se desgastaba en el poder se alternaba con el gobierno del otro gran partido político, así como ha ocurrido en la España democrática, en la que PP y PSOE se han ido turnando en el poder conforme se iban desgastando sus respectivos gobiernos. Hace 100 años las elecciones eran falseadas por medio de varios mecanismos. Hoy se manipula el resultado electoral y el análisis de los sondeos en clave de gobernabilidad, que en virtud de lo que establece el sistema electoral impide que haya otra fuerza política fuerte al margen de las bipartidistas. Si bien hace 100 años no cabían otros partidos políticos, ahora cabe el multipartidismo en teoría, pero eso puede ser una mera hipótesis en el encasillado que suponen las listas cerradas y las circunscripciones electorales. Si bien es cierto que ahora cuando un gobierno no es fuerte se suele ver obligado a pactar con los partidos nacionalistas minoritarios, no hay ningúna dirección de gobierno que no pase por uno de los dos partidos mayoritarios.

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